VARANASI 9/2/2014

Los conductores de tuc-tuc están esperando a la salida de la estación como hienas ansiosas por atacar a su presa, nos zafamos de todos como podemos y caminamos en dirección al centro. Una vez alejados del tumulto cogemos un ciclorickshaw para que nos lleve cerca de los gaths. Montado en el incomodo asiento tantas veces usado, mientras pedalea el conductor, observo el devenir de las calles, con sus mercados y el intenso tráfico con el sonido de los pitidos como banda sonora. Continuamos a pie por el entramado de calles donde se encuentran la mayoria de hoteles baratos. Un indio nos lleva a un hotel donde seguro le darán comisión, nos guía por un laberinto donde es muy fácil perderse. Los edificos son viejos, en el suelo se amontona la basura y nuestro acompañante nos avisa «caca de vaca» en un español muy gracioso, cada vez que una gran moñiga se cruza en nuestro camino. Pactamos el precio y nos alojamos en Mishra Guest house, muy cerca del crematorio. Varanasi, morada de Shiva, la ciudad santa de la India, dicen que es la más antigua de las ciudades vivas. En ella se respira espiritualidad y devoción. Cuatro indios llevan a hombros una camilla de bambú, en ella reposa un cadaver envuelto por telas doradas y flores de colores. Un grupo de hombres les sigue por las cuestas empedradas cantando el mantra: «Iho mana ja maste je», lo repiten sin cesar hasta llegar al ghat donde será incinerado. Montañas de leña esperan ser encendidas para convertir en cenizas los cuerpos inertes, después son arrojados al Ganges, el río sagrado. En los numerosos ghats que bajan al río, los sadus, vestidos solo con un paño que tapa sus partes, con pelo y barba largos y blancos, bendicen a los creyentes a cambio de unas rupias. Los masajistas manosean a los turistas que tumban en el suelo, y los barqueros te ofrecen un paseo en bote por el inmenso pero tranquilo río. Mientras, en la orilla y muy cerca de donde esparcen los restos de los muertos, los devotos se bañan y hacen abluciones para purificar su cuerpo y su alma. Los días pasan rápido cuando hay tanto que ver y que hacer, una mañana caminamos por los ghats hasta el templo de Hanuman, el dios de los monos. En su interior decenas de primates viven despreocupados mientras se escucha cantar a una joven. Una tarde antes del crepúsculo, alquilamos un bote y navegamos una hora por el Ganges. El agua parece de plata cambiando su tonalidad según la posición del sol, y la vista de la ciudad desde el río es todavía más hermosa. La comida en India es muy buena, llena de especias y mezclas de sabores: el thali, el malai kofta, el pandori y siempre acompañado con un nan. Alimentos sanos y llenos de sabor por un precio ridículo… Después de buscar mucho nos mudamos a Kashi guest house, es más barata y tiene una azotea con vistas al crematorio y al río. Lo malo es que al estar tan cerca del río los mosquitos nos fastidian las noches con sus zumbidos. Y en un pequeño descuido los monos entran en la habitación y nos roban la comida. Allí conocemos a un grupo de Ibiza con los que compartimos cena y desayuno. Dentro del caos de gente y personas que como ciudad de India son inevitables… Varanasi tiene algo especial, las mujeres visten sus mejores saris llenando de colores vistosos, las mugrientas y descuidadas calles. Hay encantadores de cobras, hacen sonar su flauta y con la vibración, el temido reptil se contonea exhibiendo su lengua de dos puntas. Cuando preguntas a un indio algo te responden con un movimiento pendular, a medias entre el no y el sí, muy difícil de interpretar. Digo hasta luego a India, desde aquí paso a Nepal, rumbo al Himalaya. Tengo sentimientos encontrados, en la India se mezcla lo malo y lo bueno. Dicen que es un país de contrastes, yo estoy de acuerdo: allí donde vas «contrastes» mierda. Pero a parte de eso la espiritualidad, los colores, los sabores, la gente… No te deja indiferente. Por mucho que te cuenten hasta que no lo vives no te haces a la idea. Que distinto es esto a todo lo que conocemos, no es mejor ni peor, solo dirente. Y hasta que no aceptas ésto, no puedes disfrutarlo. Así es India, el país de los mil colores.