El tren que une Mombasa con Uganda, fue construido para poder trasladar soldados para la guerra con rapidez, por lo ambicioso de su recorrido y por la numerosas muertes entre los trabajadores. Los ingenieros ingleses solo empleaban a los nativos negros como porteadores, pues los consideraban muy holgazanes como peones. Trajeron a muchos coolies de la India que caían a manos de las tribus hostiles, los leones y las enfermedades. En marzo de 1.898, de los 1.131 que llegaron 340 habían muerto y 750 estaban enfermos. La mosca tse-tse hacía estragos entre los animales y murieron miles de ellos. Varias veces estuvo a punto de detenerse la construcción, sobre todo por dos leones que durante meses asaltaban los campamentos y cundió el pánico entre los trabajadores, hasta que mandaron a cazadores profesionales y consiguieron matarlos. Cuando se inauguró en 1.901 se había gastado cinco millones de libras y habían muerto 2.400 hombres, no era de extrañar que le llamasen Tren Lunático.
En él han viajo personajes célebres como Roosevelt, Churchill, el Príncipe de Gales, John Hunter, Karen Blixer y Ernest Hemingway. Quería saborear el viaje a Nairobi sin prisas, con el ritmo lento del tren; viendo pasar los pueblos, los árboles y animales desde un lugar privilegiado.
Llego con tiempo a la estación, me extraña no ver la locomotora, los vagones esperan inertes a ser enganchados… y cuando llega la hora de salir anuncian que se retrasa dos horas la salida. Me acomodo en el camarote, tal cual estaba a principio del siglo pasado. El tren está casi vacío y nos llaman a cenar antes de arrancar.
Llego el primero, la cena está incluida en el billete y una camarera vestida de uniforme blanco me indica que me siente en una mesa preparada para cenar. Llegan dos franceses cincuentones, somos los únicos extranjeros, la camarera les señala mi mesa. Uno de ellos tiene cara de vinagre, el pelo repeinado y parece mr. Been. Me mira con desprecio y ordena que les prepare una mesa aparte. Me hacen un feo enorme, somos los únicos en el restaurante y me dejan solo en mi mesa ¿cómo puede haber alguien tan desagradable? William se sienta conmigo, es el encargado de la seguridad, lleva ropa de militar y un fusil colgado al hombro. Nos traen la cena, sopa y arroz con vegetales. El camarero lleva el segundo plato antes de que haya terminado el francés, de muy malas maneras le dice que no ha terminado y que se lo lleve. Lo oigo gritar y me hierve la sangre. Traen la carne y de nuevo lo lleva antes de tiempo, el francés le empieza a gritar mirándolo con desprecio y le llama estúpido. No aguanto más y me levanto. Le digo que baje la voz y que trate al camarero con respeto, que es una persona igual que nosotros. Me hace gestos despectivos con la mano para que me calle, me entran ganas de saltar en la mesa y pegarle una patada en la cabeza, pero me contengo. Me siento, y al coger el tenedor me tiembla la mano, el policía que ha visto todo me sonríe y me levanta el pulgar. La camarera, reparte dos patatas a cada uno y a mí me pone tres. Respiro hondo y me tranquilizo, aunque no puedo concebir cómo puede haber gente así.
El amanecer es mágico, los baobag pueblan la sabana, las llanuras verdes interminables, los campos de maíz y los poblados. Los niños corren siguiendo el tren, nos saludan y les lanzo caramelos. Llegamos a Nairobi después de 18 horas de viaje y con seis horas de retraso, ésto es África.
Nairobi es una locura a esta hora de la tarde, bueno a todas… La cuarta ciudad de África con sus cuatro millones de habitantes; edificios altos, tráfico denso, luces de colores, sinfonía de bocinazos, marabunta humana. Odio las ciudades grandes y a Nairobi la odio a muerte. La mayoría de los kenianos ricos viven en Nairobi pero la mayoría de los habitantes de Nairobi son pobres. Hay dos partes muy diferenciadas: La rica y la pobre. En la zona rica parece que no estés en África: calles anchas, rascacielos, cristales negros, gente elegante, coches caros, y limpieza, es extraño no ver una capa de polvo y mugre. Y la zona pobre es como cualquiera de los pueblos que he estado pero con diez veces más población. Tiendas, tiendas y más tiendas. Sobre todo de móviles, cientos de tiendecitas todas iguales vendiendo lo mismo, me pregunto si dará para vivir todas.
Me gustaría pasar un día de safari en Nairobi National Park, voy a varias agencias y no tienen grupos, así que la opción es hacerlo solo con un conductor pero es muy caro, regateo el precio pues no me llega y con una mezcla de mala y buena suerte lo consigo por 80$, pero esto lo contaré en la última entrada de Kenia.