REFLEXIÓN FINAL

Han sido 130 días recorriendo India y Nepal, viajando solo y con todas mis pertenencias en una mochila de menos de diez kilos. India no deja indiferente a nadie, o la amas o la odias… Digo que viajar en India es como escalar una montaña, cuando estás ascendiendo sufres, te cuesta esfuerzo y pasas miedo; pero cuando has bajado y miras atrás dices «joder yo he subido por ahí» y compensa todo el esfuerzo. El gran problema que tienen es que son muchos, mil millones nada menos. Estés donde estés siempre hay gente, la soledad y el silencio se paga caro. Entre sus habitantes te encuentras con gente hospitalaria, amable y respetuosa; y demasiado amenudo te cruzas con personas mal educadas, interesadas y desagradables. En todo el viaje no he conocido ningún funcionario, conductor o vendedor de billetes de tren, que no me haya tratado con cara de mala leche y sacado pegas a todo. Hacer cualquier gestión es una prueba para tu paciencia… Pero sus paisajes, sus colores, sus sabores, su historia y su espiritualidad; hacen que sea un viaje inolvidable y diferente a todo. Para disfrutar de India no la puedes comparar con nada, su forma de vida es única y hasta que no aceptas eso, es imposible que la disfrutes.

Lo que más me ha impactado es el fervor religioso que demuestran, viven para rezar y realizar sus ritos. Creen en la reencarnación y como todavía se rigen por el sistema de castas, los «intocables» que es como se llama a los millones de pobres que sobreviven en las calles mendigando y rezando, aceptan que en esta vida les ha tocado sufrir y no hacen nada por prosperar, solo esperan a que llegue su hora y si poseen buen karma reencarnarse en una casta superior. Si me tengo que quedar con un lugar, por su espiritualidad, su belleza, el yoga y el Ganges; me quedo con Rishikesh. Y con un momento, sin duda el haber tenido la suerte de escuchar las enseñanzas del Dalai Lama.

Nepal, el país de las montañas y las sonrisas. Todo aquí es sencillo, cuando entras en la frontera unos funcionarios amables y sonrientes te dan la vienvenida a su país, nada más llegar te haces a la idea de como te van a tratar durante tu viaje. Como soy un amante de las montañas el estar rodeado de las más altas y bellas del planeta, ha sido una experiencia increible. En los dos trekking realizados mis piernas han sufrido los fuertes desniveles, pero al observar las cumbres nevadas el cansacio desaparecía de golpe y su belleza me impulsaba a seguir. Al ascender tres picos de más de 5000m tuve el privilegío de disfrutar de las vistas más expectaculares de mi vida. Aquí he conocido a la gente más fuerte que he visto: Los Sherpas; estos pequeños y simpáticos hombres suben cargas mayores a su peso por unas cuestas interminables sin perder la sonrisa.

Mi lugar favorito es Tyangboche, el monasterio a 4000m y muy cerca del Everest donde transcurrirá gran parte de mi próxima novela. Tuve la suerte de hacerme amigo de Tashi uno de los monjes, compartimos momentos muy buenos y nos reimos mucho. En los cinco días que pasé allí pude hablar con ellos y sacar muchos datos, me enseñaron partes prohibidas para turistas, tomé el té en su cocina y visité varias veces la habitación de Tashi y cuando me despedí, me enrolló un cata blanco con bordados al cuello y me ofreció un collar, dijo que rezaría por mí y porque saliera bien la novela.

Y mi momento fue la ascensión al Kala Phatar 5550m. A las 4 de la mañana emprendía la subida totalmente solo, la luna llena iluminaba el Nuptse con tonos amarillentos. El intenso frío me hacía subir rápido y con paso firme. Cuando llegué a la cima el sol iluminaba los vertices de las montañas formando un aura violeta. Ahí estaba el Everest, el techo del mundo. Al hacer cima fue el momento del viaje que me sentí más solo, tenía frente a mí una de las vistas más alucinantes del mundo y no lo podía compartir con nadie… eché de menos a todos mis amigos alpinistas. Ese día fuí el primero en saludarla: Namaste Chogolumga.

En los últimos nueve años he viajado mucho, son 18 los países visitados en cuatro continentes. Pero era la primera vez que lo hacía solo… al no tener compañero te abres más a la gente y ellos a ti. Sin duda lo mejor del viaje son las personas que conoces de todo el mundo y compartir parte de tu tiempo con ellos, escuchar los pensamientos muy diferentes a los tuyos, te enriquece mucho; pero al no haber empezado juntos, siempre haces lo que quieres sin tener malos rollos ni discutirlo con nadie. He tenido mucho tiempo para trabajar en la novela y leer mucho, 23 han sido los libros que he leído, la mayoría para documentarme para el libro. También al estar solo tienes mucho tiempo para pensar y hacer auto análisis, en mi libreta hice una lista con cosas que quiero cambiar y la manera de hacerlo, tengo otra con ideas para lograr mi proyecto y otra con acciones que voy a hacer para mejorar el mundo. Al estar en tres monasterios budistas diferentes y meditar mucho, ahora controlo mi mente y mis pensamientos y capto la energía de las personas. Cuando dispones de tiempo para pensar y estás lejos de distracciones, la mente trabaja a otro ritmo y crea cosas maravillosas. En lo desconocido está el crecimiento personal, si se da todo lo que tienes y se traspasa la barrera de lo probable se puede conseguir lo imposible…

LA VIDA ES PARA LOS VALIENTES.