Machu Picchu fue construida en el siglo XV por los incas, se utilizaba como residencia y santuario religioso. Por la inaccesibilidad de la zona, rodeada de selva y montañas, es una obra maestra de la arquitectura. Hasta que el estadounidense Hiram Bingham en 1911 hizo pública su existencia, estuvo escondida y comida por la selva. Denominada una de las siete maravillas del mundo, en la actualidad es uno de los lugares más turísticos del planeta.
Voy a Machu Picchu en un bus que te deja en 6h llega a la central eléctrica, la carretera es muy mala y llena de curvas pero con un bello paisaje. Camino dos horas siguiendo las vías del tren hasta llegar a Aguas Calientes, el último poblado antes de llegar a la ciudad inca. Está a la orilla del río y rodeado de montañas y selva, hay puestos de artesanía y tiendas por todos lados.
Salgo a las 4:30 am, hay niebla y está lloviendo. Hay que cruzar un puente pero está cerrado hasta las cinco, así que toca esperar. Cuando abren, las decenas de personas que esperamos comenzamos a subir los escalones. Comienzo a adelantar a gente y me coloco en el grupo de cabeza, quiero llegar de los primeros para poder disfrutar de los monumentos sin demasiada gente. Se nota la altura y la pronunciada cuesta pero este día soy el primero en entrar a Machu Picchu, lo que de normal se tarda dos horas lo hago en cuarenta minutos.
Hay muy poca visibilidad y comienza a llover con fuerza, aun así paseo por las distintas construcciones incaicas y me maravillo de como pudieron colocar las enormes piedras con sus rudimentarios medios.
Asciendo a la montaña Machu Picchu, un camino de escalones de piedra asciende por la selva, se gana mucha altura y cuesta mucho esfuerzo llegar arriba. Sigue con niebla, me siento en la cima a esperar si hay suerte y se disuelve. A las diez y media se esfuman las brumas para deleite de todos los que esperamos y podemos disfrutar de las impresionantes vistas de la ciudad, la montaña Huainapicchu y la selva montañosa de las inmediaciones. Me siento a contemplar el espectáculo y me empapo de la energía que emana este lugar mágico. Hay tres cosas que hacen que este lugar sea especial: Las ruinas incas, el bello entorno natural y el esfuerzo que hay que hacer para poder contemplarlo.
El Valle Sagrado son un conjunto de ruinas incaicas en las inmediaciones de Cuzco. Sopeso el ir por mi cuenta en varios días, pero como estoy centrado en la venta de libros para sacar dinero y lo barato que sale el tour (8 euros), decido ir en un bus con guía que te lleva a ver Pisaq, Ollataytambo y Chinchero.
Pisaq tiene el mayor número de ruinas incas de la zona, están enclavadas en la ladera de una montaña, con tumbas en las paredes y unas bonitas vistas del valle.
Ollataytambo está ubicado en lo alto de una montaña y hay que ascender un buen número de escaleras empinadas para llegar a las ruinas. Unas terrazas a los lados de las escaleras eran para cultivar un maíz especial destinado a las autoridades. En una pared rocosa de unos 300 metros que hay frente a los templos está tallada la cara de un viejo y en la cresta el perfil de un rostro inca, el 21 de junio con los primeros rayos de sol, la nariz se ilumina marcando el solsticio de invierno. En los muros del templo, unos salientes tallados en la roca colocados en linea unen su sombra a las doce del medio día cada cambio de estación. Este era su calendario y manera de saber administrar las cosechas.
Chinchero es un pueblo sin mucho que ver salvo su iglesia, construida sobre las piedras de un templo inca y con los techos y paredes repletos de pinturas donde se mezclan las imágenes cristianas con las incas. No se puede hacer fotos en la iglesia.
Me encanta saber que sigues con tu sueño. Consiguelo, es cierto que la vida es para los valientes y creo que tu lo eres, me encanto tu libro y sigo tus relatos, . Me emocionaste con tu historia en una playa de la costa brava y esa emocion se la trasmiti a otras personas, te deseo lo mejor y como me dijiste, si me desean lo mejor un montón de gente, es imposible que no sea así