LUMBINI 13/2/2014
La frontera de Nepal es crutre y destartalada, nadie controla que saques el visado, si quieres entrar al país de ilegal nadie va a impedírtelo. El trámite es sencillo, me encontré con unos funcionarios amables y con una sonrisa, algo nada habitual en los pasos fronterizos. 100$ por tres meses… seguro que valdrá la pena. Llegar a Lumbini nos costó más de lo esperado, para hacer 27 km tuvimos que coger dos autobuses locales (en el segundo creo que batimos el record de personas en un bus), y además andar unos 3km con las mochilas. Todo nos llevó unas 4h y no comprendíamos cómo es tan complicado llegar aquí. En Lumbini nació Buda hace unos 2500 años, en el templo de Maya Devi está el lugar donde Maya, la madre de Buda dio a luz. Está rodeado de un gran bosque donde ciervos y coyotes campan a sus anchas, hay varios lagos, y por los alrededores varios templos budistas de diferentes nacionalidades. Por casualidad nos enteramos que en el templo Coreano dan cobijo y comida a los peregrinos; hay que cumplir con los horarios del templo, la habitación es austera y la comida vegetariana… Pero eso no es inconveniente para nosotros. Cuando entro en el recinto me llama la atención la paz que se respira, un monje nos pide el nombre y la nacionalidad, y sin más tramites nos acompaña a nuestra habitación. Es una estancia amplia, con suelos de cemento, una tabla a modo de somier y cuatro colchonetas encima. Todo está bastante limpio y la manta que te dejan es muy cálida. Como compañero tenemos a un chino bastante peculiar que tiene todas sus pertenencias esparcidas por la tabla, parece mentira que un ser tan pequeño (medirá 1,5m) pueda cargar con tantas cosas… Nos encontramos con unos chicos españoles que conocimos en Varanasi y nos ponen al día de los horarios del templo; a las 5 se hace el rezo matinal, a las 6 se desayuna, 11:30 se come, a las 6 se cena y a y media el rezo de la tarde.
Ir a los actos religiosos es voluntario, pero yo estoy deseando sentir la espiritualidad y la paz interior que transmiten estos humildes monjes budistas. Llegamos tarde a la primera cena por no saber que aquí hay 15 minutos más, así que comimos las sobras y nos perdimos la oración de la noche. A las 4:45 suena el despertador y medio dormido bajo las escaleras y entro al templo. Mis pies descalzos pisan el mármol que parece hielo, me despierto del todo. Una repisa rodea el interior llena de velas encendidas, faroles rojos cuelgan del techo iluminándolo levemente. Cinco monjes presiden la liturgia haciendo postraciones en la misma dirección , y otro hace sonar el gong mientras canta un mantra, con voz cálida y sonido envolvente. Cada vez que golpea su instumento la vibración rebota en la paredes y un escalofrío recorre todo mi cuerpo. En la pared frontal se extienden tres «tankas» describiendo la vida de Buda, los gravados rojos y dorados reflejan la luz de los faroles. Dos leones de madera caoba custodian el púlpito hecho del mismo material, tiene tallados unos dragones que se entrelazan abriendo sus fauces. En las paredes laterales lienzos con figuras de guerreros y samurais, adornan las paredes todavía de cemento, ya que el templo está sin acabar. El monje del gong lo abandona y se une a los demás, entonces cambian de mantra, cantando los seis a la vez.
Los huéspedes, de varias nacionalidades, imitamos los movimientos de los monjes. Comenzamos de rodillas, sentados sobre nuestros pies y con las palmas de las manos juntas en posición de rezo. Uno de los monjes golpea una calabaza y marca el cambio de posición, primero nos postramos tocanco la frente con el suelo, y luego con un leve impulso poniéndonos de pie. Cierro los ojos y me dejo llevar, siento que estoy en otra época, imagino que soy un monje y vivo una vida en paz, lejos de los problemas y lacras de occidente. Cuando salgo del templo y camino en la noche, decido quedarme unos días y disfrutar de la vida secilla y tranquila, que se vive en la antesala del Himalaya. Cuando te levantas antes del amanecer el día se hace muy largo, si se aprovecha el tiempo da para mucho. Hago dos sesiones de yoga, paseo por los alrededores del templo, sigo con la documentació de la novela y como aquí no tengo que preocuparme de nada (ni si quiera de la comida) la inspiración me visita y nuevas ideas se forjan en mi cabeza. También al tener tiempo para pensar, echo de menos a Amara y a mi gente en España. He comido más arroz en estos cinco días, que en todo un año normal en España. Las tres comidas diarias se componen de arroz, verduras y un caldo. Cojes tu plato y tu cuenco, y echas lo que quieres. El sabor de los alimentos es exquisito, se nota que es todo natural y está hecho con amor. Cuando terminas friegas lo que has ensuciado y te sirves un té bien calentito. Varían muy poco los platos pero está todo tan bueno que no me importa. La ducha es a la antigua, echas agua en un cubo y te lo tiras por encima. Solo hay luz electrica unas horas al día y aquí no se cierran la puertas con candado, nunca llevo dinero encima, lo dejo en la habitación y estoy tranquilo porque sé que nadie va a tocar nada. He hecho amigos españoles, franceses, chinos, japoneses, coreanos, nepalíes… Aquí somos todos una gran familia. Y cada vez estoy más suelto con el inglés, Bob, mi profe estaría orgulloso. Mañana vamos para Katmandu, veremos los Himalayas, pero este templo administrado por gente maravillosa, siempre tendrá un hueco en mi corazón.
Qué maravilla de experiencia. Yo voy a ir en breve y gracias a descubrir tu blogs me encantaría hospedarme en ese templo!
Un remanso de paz y espiritualidad. Qué disfrutes de Nepal!! Un saludo.