AGRA 6/2/2014 Al llegar a Agra lo primero que piensas es: ¿Cómo la ciudad que alberga el Taj Majal (una maravilla del mundo) puede estar tan sucia y descuidada? Nos alojamos en Yogi Lodge, después de los ragateos de rigor conseguimos una habitación por algo más de 2 euros. Me acompaña Ruben, juntos intentaremos escalar alguna montaña del Himalaya. Al ir acompañado es todo más fácil. Lo primero que visitamos es el Red Ford, se unen a nosotros un peruano y una francesa que conoció Ruben en Goa. Hacemos el trayecto andando, sorteando vacas, tuc-tuc y bicis, rechazando a cada paso los ofrecimientos de la gente. La India es un país «negativo» la palabra que más repites al cabo del día es «no». Las chabolas se aglutinan al lado de la carretera, niños sucios y desnutridos nos piden dinero, se te rompe el alma al ver en las condiciones lamentables que viven. Dentro del fuerte todo está limpio y bien cuidado. Las murallas de piedra se alzan protectoras, hay edifios y salas adornados con capiteles esculpidos en piedra roja. Cuando nos asomamos al este, el Taj Majal se muestra imponente, desde lejos su silueta de formas ovaladas contruidas en mármol blanco, hacen que ya no puedas mirar en otra dirección. Comprar el billete de tren para ir a Vanarasi nos llevó media mañana y media tarde, algo que puede parecer sencillo es complicado en India. Las gestiones se alargan y pone a prueba nuestra paciencia, eso pasa por no tener nada programado. A las siete de la mañana entramos al complejo del Taj Majal, hemos madrugado para verlo con la primera luz del día, pero la niebla y el frío nos fastidia el amanecer. Aún así, cuando camino por el jardín que lo precede y lo admiro de frente, se me pone la piel de gallina. Sin duda es la constucción más hermosa hecha por amor. Shah Jahanabad lo mando hacer en recuerdo de su difunta esposa. La cúpula central y sus cuatro minaretes forman en su conjunto una verdadera maravilla del mundo. Paseamos por las inmediaciones y entramos al mausoleo. El tiempo no acompaña pero disfrutamos cada segundo que pasamos en este paraíso en medio de la profunda miseria. Nos a dentramos en un mercado local y hacemos algunas compras para el viaje en tren que nos espera, aquí los precios son de risa y los tenderos no te agobian como en el centro de la ciudad. Viajar en tren por India es toda una experiencia, aquí encuentras a gente auténtica que se apiñan en un bagón en las clases bajas, donde viajamos nosotros en sleeper class tienen un poder adquisitivo mayor. Hablamos con varias personas que están encantados en ayudarnos, nos hacen preguntas sobre nuestra vida y así vamos practicando el inglés. Las 16h de viaje pasan rápido y ya estamos en la ciudad santa de la India: Vanarasi.
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